Estoy
dentro de un monstruo y hay un monstruo dentro de mi. Normalmente nadie lo nota
pero ahí está. Ni yo misma se muy bien si el monstruo es el o soy yo. La
ventaja es que él también lo desconoce.
Jugamos
a ser malos y ser buenos. Un tira y afloja que da abrazos y grita, que llora y
ríe, que besa con los labios y con los puños, enseña su mejor sonrisa y los
colmillos más afilados, da la mano y araña con sus garras.
Hemos
crecido juntos, conoce cada parte de mi cuerpo. Sube hasta la coronilla, me
susurra cosas al oído para que salgan por mi boca y desciende por la nuca
camuflándose en la cerradura tatuada en mi piel. Clava sus uñas en mi huesuda clavícula
para producir desesperación. Rueda por mi vientre hasta despertar los aleteos internos
de los nervios dormidos del estómago. Pone peso en mis rodillas para que levantarme sea una
odisea. Se convierte en mis pies para que me ponga en su lugar, para él ponerse
en el mío y andar juntos. Derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha…
Sé
que no me hace ningún bien, pero lo quiero. Lo quiero porque me quiero a mi
misma. Y quien me quiera que me quiera con mi monstruo.
Sonia Nickichucknez
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